Alivio de los trabajos que nacen del espíritu, 2016

Alivio de los trabajos que nacen del espíritu

Diego Medrano


Las aves inmóviles y mágicas de Elba Martínez son pintadas desde el presente (“Hoy”), el pretérito perfecto compuesto de las mayores acciones (“he pintado este pajarito”) y la coda o resultado que aguarda a las mayores esperanzas (“para ser más feliz”). Nuevamente, la realidad es aquello de lo que se escapa y el arte un intento de ser cada vez más irreal. Dice un viejo mantra de un libro nuevo de Juanjo Sáez (“El arte. Conversaciones imaginarias con mi madre”): “Los móviles de Calder son como los cuadernos de Miró pero en movimiento”. Así las tristezas de Elba Martínez: un intento de paralizar el entusiasmo, para contagiarlo, y convertir el presente en el más loable intento de futuro (“ser feliz”). 

Casi parecen juguetes, sus criaturas reales, pero mucho más fetiches, talismanes. La realidad mágica comienza con el deseo y, sin tal, no hay voluntad que soporte tanto presente marmóreo, tanta realidad sin horizonte, tanta vida plana. No nos engañemos: sólo hay movimiento en la música (la tan móvil de Miró en sus cuadernos, la tan quieta de Calder en sus móviles) y ese intento de aprehensión de la melodía, es lo que llamamos vulgarmente ritmo y poesía, que está en las palabras pero también en las matemáticas. El conceptualismo de Elba Martínez es cuanto sitúa la calma en el terreno de la espera, y de la aceptación de la alegría. Es la poética de Robert Browning: “El que escucha música siente que su soledad, de repente, se puebla”. Y esa soledad musical, especialmente poblada, aromada de deseos, construida a través de la soledad de una frase escueta y un animal inmóvil, es un potente escudo contra la inmundicia y abyección de un presente que rezuma pobreza, corrupción y delirio; los tres mismos parámetros que asediaron a Cervantes cuando concluyó: “La música compone los ánimos descompuestos y alivia los trabajos que nacen del espíritu”.

La obra consuela porque es humana. Los pájaros de Elba Martínez consuelan porque alivian el espíritu. Lacan, cuando organiza el llamado “estadio del espejo”, habla de cómo el niño se encuentra capacitado para percibirse y, a su vez, el yo se desarrollaría como “instancia psíquica”. Ese yo aliviado, en Elba Martínez, también alivia al otro, como un espejo frente a otro espejo, donde la infancia cuenta más de lo que se piensa, pues el giro infantil es lo que vuelve símbolo arquetípico el mensaje concreto. No hay adulto que no haya sido niño, y siempre guarda el adulto dentro de sí quien piensa como tal. Bello cosmorama el de los pájaros móviles, al que el tormento del presente, hace todavía más humanos y sin cuyos asedios no habría ya promesa de futuro sino de simple libertad. Lo dijo Victor Hugo: “El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad”. El esfuerzo de Elba Martínez es ese: ofrecer una promesa u oportunidad de felicidad. Los que padecen, esperan, y no cualquier tiempo, sino aquel donde morir o resultar herido por culpa de tales asedios, sea, realmente, vivir y la vida, aunque el único vehículo sea el de la promesa. Una construcción –la de la alegría en Elba Martínez- donde importa poco lo de afuera, porque su mensaje es que sólo el presente es el espíritu y el privilegio de éste es conjurar todo dolor de la forma más sobrenatural que pueda existir: en constante acción, transformación, alivio de sí mismo. Nadie sabe lo que puede el cuerpo –quiso Spinoza- y el espíritu de Elba va en igual sintonía: se elabora y reelabora para combatir el mal; nos dice que elaborándose, trabajando sobre sí mismo en la meta propuesta, es posible vencer cualquier dificultad. No es la querencia, sino el mismo logro por medio de tal querencia, lo que pervierte todo el conjunto, haciéndolo grato, poético y cercano: autora y espectador, tal vez, quieran ser felices, pero el animal ya lo es por culpa de la música, por su propia naturaleza, que no es cárcel sino espíritu, repito, en constante repetición y   y perfeccionamiento, como quien lo capta desde el trazo y no se hace más preguntas. Todo en estos trabajos es música, porque no están inmóviles y la velocidad del conjunto, más en los tiempos actuales, los hacen inmejorables.